Carpa Festi, Xul SolarQue a tan doloroso extremo lo conducía." "Que solía conducirlo a extremo tan doloroso." "Que a extremo tan doloroso. . ."
Adán Buenosayres despierta con aquel jirón de frase que lo ha perseguido, como un tábano imbécil, en toda la extensión de su sueño. Y al abrir los ojos ve a su lado la figura de Irma, cuyas manos industriosas van y vienen sobre la bandeja del desayuno.
—¿Qué hora es? —le pregunta con infinito desaliento.
—Las diez y media —responde Irma.
"Que a tan doloroso extremo...”
—¿Llueve?
—Garúa.
"Y le dijo a Irma que sus ojos eran iguales a dos mañanas juntas, o quizá..." ¡Basta! Se incorpora violentamente, y sus ojos desorientados recorren la habitación desierta. ¿Irma se ha escurrido ya? Tanto mejor.
La primera noción que se le aclara en el entendimiento le trae un gusto de hiel: recuerda que a cierta hora de aquel nuevo día tendrá que cumplir una serie de gestos ineluctables; que su rostro deberá ocupar un sitio en cierta y determinada constelación de rostros; que su voz pertenece a un coro de voces que aguardan la suya para levantarse. Y al reflexionar en ello, tiene conciencia de que no podrá ese día, ya que no halla en su voluntad ni un solo átomo vivo.
Leopoldo Marechal, Adan Buenosayres.
¡Muchas gracias, hermosa! Sucede que esto de leer en la computadora me daña muchísimo la vista. Pero no te preocupes: buscaré este librazo hasta debajo de las piedras :D
ResponderBorrarUn gran, gran abrazo lleno de luz para ti.
Te entiendo perfectamente porque me pasa lo mismo. Para mi el libro en papel es insustituible.
ResponderBorrarBesos y luz para vos.