lunes, julio 23, 2007

Animal racional


El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.
Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida.

viernes, julio 13, 2007

Cheshire Cat

-Minino de Cheshire -empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba-.

Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?


-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato.


-No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia.


-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato.


-... siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación.


-¡Oh, siempre llegarás a alguna parte -aseguró el Gato-, si caminas lo suficiente!


A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta:

¿Qué clase de gente vive por aquí?

-En esta dirección -dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha- vive un Sombrerero. Y en esta dirección -e hizo un gesto con la otra pata- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos.


-Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca -protestó Alicia.


-Oh, eso no lo puedes evitar -repuso el Gato-. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.

-¿Cómo sabes que yo estoy loca? -preguntó Alicia.

-Tienes que estarlo afirmó el Gato-, o no habrías venido aquí.

Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas:

-¿Y cómo sabes que tú estás loco?

-Para empezar -repuso el Gato-, los perros no están locos. ¿De acuerdo?

-Supongo que sí -concedió Alicia.

-Muy bien. Pues en tal caso -siguió su razonamiento el Gato-, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco.

-A eso yo le llamo ronronear, no gruñir -dijo Alicia.

-Llámalo como quieras -dijo el Gato-. ¿Vas a jugar hoy al croquet con la Reina?

-Me gustaría mucho -dijo Alicia-, pero por ahora no me han invitado.

-Allí nos volveremos a ver -aseguró el Gato, y se desvaneció.


(Alicia en el país de las Maravillas, Lewis Carroll)


miércoles, julio 04, 2007

Adán Buenosayres

Vuel Villa (Xul Solar)

No era, ciertamente, la ya fría carnadura mortal de aquel pisador de barro lo que solicitaba el interés de los intrusos: lo esencial, a sus ojos, era el alma imperecedera de Juan Robles, el alma desprendida recién de su cascarón terrestre y lanzada ya quien sabe a que regiones oscuras. ¿A qué regiones? Para el astrólogo Shultze, iniciado en los misterios orientales, la cuestión solo tenia una respuesta, y así se lo manifestó a su amigo Tesler, con la voz grave que tan luctuosa ocasión reclamaba: si todo el que nacía en este mundo acababa de morir en algún otro, si todo el que moría en este suelo acababa de nacer en otro plano de la existencia universal, era evidente que Juan Robles, muerto ahora para la tierra, daba en aquel instante sus primeros vagidos en otro mundo, se prendía otra vez ansiosamente a un pezón maternal, era envuelto en solícitos pañales y suscitaba ya otros júbilos y otras inquietudes . ¿Bajo que forma? ¿En qué nuevas condiciones de vida? ¡He ahí el gran interrogante! Pero Samuel Tesler, hecho a una filosofía mas coloreada, repudio aquel abstracto mecanismo de nacimientos y de muertes; por otra parte, imaginar que el difunto Juan Robles estuviese ahora berreando en otro mundo, envuelto en pañales infantiles y haciéndose pis encima, era un orientalismo que reclamaba tragaderas mayores que las suyas. ¡Que le diesen a el un vistoso tribunal de almas, integrado por jueces macanudos, capaces de hurgar en una conciencia post mortem con minuciosidad y aseo! Para el filósofo villacrespense, el alma de Juan Robles había sido conducida por Anubis, el de cabeza de chacal, hasta la ineluctable balanza de los meritos y los deméritos: el corazón del finado se veía ya en uno de los platillos, y gravitaba en el otro la férrea pluma de la Ley ¿Qué hacia Thot de pie junto a una balanza? Inclinando su graciosa cabeza de ibis, Thot anotaba en una tablilla el peso justo de aquel corazón.

(Adán Buenosayres, Leopoldo Marechal)