domingo, agosto 23, 2009

El corazón de las tinieblas



No, no me gusta el trabajo. Prefiero ser perezoso y pensar en las bellas cosas que pueden hacerse. No me gusta el trabajo, a ningún hombre le gusta, pero me gusta lo que hay en el trabajo, la ocasión de encontrarse a sí mismo. La propia realidad, eso que sólo uno conoce y no los demás, que ningún otro hombre puede conocer.

***
La mente del hombre es capaz de todo, porque todo está en ella, tanto el pasado como el futuro. ¿Qué había allí, después de todo? Alegría, miedo, tristeza, devoción, valor, cólera...¿Quién podía saberlo?... Pero había una verdad, una verdad desnuda de la capa del tiempo.

***
El destino. ¡Mi destino! ¡Es curiosa la vida...ese misterioso arreglo de lógica implacable con propósitos fútiles! Lo más que de ella se puede esperar es cierto conocimiento de uno mismo...que llega demasiado tarde...una cosecha de inextinguibles remordimientos.

El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad.

miércoles, agosto 12, 2009

Circularidad

Arnaldo Pomodoro, Sphere in Sphere, Dublín


¿Lo ves?, las palabras siempre se repiten. Cuando estuviste aquí por última vez, en el mismo sitio, en el mismo sillón, hace ahora cuarenta y un años, también hablabas de lo mismo: del trópico, de los cenagales, de la bruma cálida y de la lluvia. Y hace un rato, cuando entraste en esta casa, tus primeras palabras fueron sobre los cenagales, el trópico, la lluvia y la bruma ardiente. Si, las palabras vuelven. Todo vuelve, las cosas y las palabras avanzan en círculo, a veces atraviesan el mundo entero, siempre en círculo, y luego se vuelven a encontrar, se tocan y cierran algo -dice, impasible e indiferente-.


El último encuentro, Sándor Márai

lunes, agosto 03, 2009

Romance de la luna, luna

8 de julio de 2009, Luna llena, foto de Horacito.

La luna vino a la fragua
con su polizón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye, luna, luna, luna,
que ya siento los caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Federico García Lorca