No, no me gusta el trabajo. Prefiero ser perezoso y pensar en las bellas cosas que pueden hacerse. No me gusta el trabajo, a ningún hombre le gusta, pero me gusta lo que hay en el trabajo, la ocasión de encontrarse a sí mismo. La propia realidad, eso que sólo uno conoce y no los demás, que ningún otro hombre puede conocer.
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La mente del hombre es capaz de todo, porque todo está en ella, tanto el pasado como el futuro. ¿Qué había allí, después de todo? Alegría, miedo, tristeza, devoción, valor, cólera...¿Quién podía saberlo?... Pero había una verdad, una verdad desnuda de la capa del tiempo.
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El destino. ¡Mi destino! ¡Es curiosa la vida...ese misterioso arreglo de lógica implacable con propósitos fútiles! Lo más que de ella se puede esperar es cierto conocimiento de uno mismo...que llega demasiado tarde...una cosecha de inextinguibles remordimientos.
El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad.