Acabo de ver un fantasma literario. No ha sido en sueños, estoy bien despierto, mis doloridas narices pueden dar fe.
Era justo el mediodía, y las franjas de sol atravesaban la penumbra del patio techado. En el centro del patio hay una fuente a la que descienden seis escalones circulares. Los rayos de luz caían a ambos lados de la fuente, como enmarcándola.
-You’re too pliant –pronunció una voz.
Recostada plácidamente en una columna, la sombra desconocida parecía tener buen aspecto. Era un hombre joven. Vestía de negro, pero sus ojos relucían. «Hamlet», adiviné.
Caminó hacia la fuente –sin que se oyeran sus pasos–, descendió los escalones y empezó a jugar con el agua.
–¿Qué significa pliant? –inquirí.
La sombra, entornando los ojos, repitió:
Era justo el mediodía, y las franjas de sol atravesaban la penumbra del patio techado. En el centro del patio hay una fuente a la que descienden seis escalones circulares. Los rayos de luz caían a ambos lados de la fuente, como enmarcándola.
-You’re too pliant –pronunció una voz.
Recostada plácidamente en una columna, la sombra desconocida parecía tener buen aspecto. Era un hombre joven. Vestía de negro, pero sus ojos relucían. «Hamlet», adiviné.
Caminó hacia la fuente –sin que se oyeran sus pasos–, descendió los escalones y empezó a jugar con el agua.
–¿Qué significa pliant? –inquirí.
La sombra, entornando los ojos, repitió:
–You’re too pliant.
–¿Es ése todo tu repertorio? Me figuro que tendré que buscarlo en el diccionario. Una sonrisa iluminó el rostro de Hamlet.
–Pliant –dijo, y luego, en perfecto castellano– significa “cimbreante”.
Creo que trastabillé del susto cuando acabó de emitir la última sílaba. ¡El fantasma hablaba español! Y casi, diríase –muy natural en un ectoplasma libresco–, con acento de Valladolid. Lo miré sin poder disimular el asombro.
Preferí callarme el pormenor de que ésa era la primera vez que yo oía la palabra “cimbreante”.
Al parecer adivinó mi desconcierto y, abandonando el juego del agua, añadió de modo tácito:
–Flexible, maleable.
Confundido y aún con algo de recelo, ensayé una sonrisa antes que se borrara la suya.
–¿Por qué lo dices? ¿No está bien?
Hamlet retomó su juego; absorto en él, no me había oído. Alcé la voz y volví a preguntar. No obtuve una respuesta inmediata. Sin embargo, el temor fue extinguiéndose lentamente mientras en mi cabeza, ignoro por qué, sonaba una canción de Los Beatles.
–No está mal, supongo –dijo Hamlet–. ¿Has leído la fábula del roble y el junco? Yo no, pero he visto la película. A propósito, ¿por qué te pones a tararear en tu cabecita el “Paperback Writer”? Eres incorregible. Dear Sir or Madam, will you read my book? It took me years to write, will you take a look? No, gracias, en otra ocasión.
Ya nada me sorprendía de Hamlet. Estuve a punto de reconocer que era mi anti-héroe favorito. Pero, ¿quién le pediría un autógrafo al Príncipe de Dinamarca?
Tampoco había leído yo la fábula, y además ignoraba en ese mismo instante cómo expresar mi absoluto e inane descontento. Así que, tomando aire y mirándolo gravemente a los ojos, dije:
–Books delight me not. My imagination is a wounded bird, a limping dog, a self-pitying brute that enjoys in sorrow and wallows amid a roaring sea of inborn lament and everlasting grief… Books, which used to be my joy, my ticket to other rides, are now steep mountains to climb with scarce air. I can focus no more in a paragraph than in the shadow of the waning moon!
Mi perorata, por algún motivo, pareció indignar al espectro. De improviso sacó una calavera de un morral que colgaba de su cintura y, alejándose de la fuente, se acercó con ímpetu, aunque despacio, a estampármela en las narices.
Hamlet, en mala hora para mí, se había decidido a actuar.
–¿Es ése todo tu repertorio? Me figuro que tendré que buscarlo en el diccionario. Una sonrisa iluminó el rostro de Hamlet.
–Pliant –dijo, y luego, en perfecto castellano– significa “cimbreante”.
Creo que trastabillé del susto cuando acabó de emitir la última sílaba. ¡El fantasma hablaba español! Y casi, diríase –muy natural en un ectoplasma libresco–, con acento de Valladolid. Lo miré sin poder disimular el asombro.
Preferí callarme el pormenor de que ésa era la primera vez que yo oía la palabra “cimbreante”.
Al parecer adivinó mi desconcierto y, abandonando el juego del agua, añadió de modo tácito:
–Flexible, maleable.
Confundido y aún con algo de recelo, ensayé una sonrisa antes que se borrara la suya.
–¿Por qué lo dices? ¿No está bien?
Hamlet retomó su juego; absorto en él, no me había oído. Alcé la voz y volví a preguntar. No obtuve una respuesta inmediata. Sin embargo, el temor fue extinguiéndose lentamente mientras en mi cabeza, ignoro por qué, sonaba una canción de Los Beatles.
–No está mal, supongo –dijo Hamlet–. ¿Has leído la fábula del roble y el junco? Yo no, pero he visto la película. A propósito, ¿por qué te pones a tararear en tu cabecita el “Paperback Writer”? Eres incorregible. Dear Sir or Madam, will you read my book? It took me years to write, will you take a look? No, gracias, en otra ocasión.
Ya nada me sorprendía de Hamlet. Estuve a punto de reconocer que era mi anti-héroe favorito. Pero, ¿quién le pediría un autógrafo al Príncipe de Dinamarca?
Tampoco había leído yo la fábula, y además ignoraba en ese mismo instante cómo expresar mi absoluto e inane descontento. Así que, tomando aire y mirándolo gravemente a los ojos, dije:
–Books delight me not. My imagination is a wounded bird, a limping dog, a self-pitying brute that enjoys in sorrow and wallows amid a roaring sea of inborn lament and everlasting grief… Books, which used to be my joy, my ticket to other rides, are now steep mountains to climb with scarce air. I can focus no more in a paragraph than in the shadow of the waning moon!
Mi perorata, por algún motivo, pareció indignar al espectro. De improviso sacó una calavera de un morral que colgaba de su cintura y, alejándose de la fuente, se acercó con ímpetu, aunque despacio, a estampármela en las narices.
Hamlet, en mala hora para mí, se había decidido a actuar.
[Una fantasía seria escrita en colaboración por Digorie Piper & Anne Murphy Littlestone.]
7 comentarios:
Hola
¿Un fantasma apareció aquí,
como en El Diario de Gala?
...
No coments...
P.D. Ya sé, fue casualidad, no lo habías leído...
Leyendo el blog desde el principio, comprendí lo de "el fantasma", ¡pero no, son distintos, please!
Y esto... tenés que sacártelo de la cabeza, ¡Porfi! ¡Es un horror!
EL SEXO DE LOS ÁNGELES
Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato nunca confirmado de que los ángeles no hacen el amor, quizás signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales. Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que, si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos por la mera razón que carecen de erotismo, lo celebran, en cambio, con palabras, vale decir, con las orejas. Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y sentarse mediante el intercambio de miradas, que, por supuesto, son angelicales. Y si Ángel para abrir el fuego dice "Semilla", Angela para atizarlo responde "Surco". Él dice "Alud" y ella tiernamente "Abismo". las palabras se cruzan vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos, Ángel dice "Madero" y Ángela "Caverna". Aletean por ahí un ángel de la guarda misógino y silente y un ángel de la muerte viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe. Sigue silabeando su amor. Él dice "Manantial" y ella "Cuenca". Las sílabas se impregnan de rocío y aquí y allá, entre cristales de nieve, circula en el aire, sus expectativas. Ángel dice "Estoqueo" y Ángela radiante, "Herida", él dice "Tañido" y ella dice "Relato". Y en el preciso instante del orgasmo intraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos se estremecen, entremolan, estallan y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.
Besos.
Qué lástima que pienses así. Este ejercicio con Digoríe llevaba varios días y no tiene nada que ver ni con tu post ni con los posteos del fantasma que leiste.
En fin...allá vos.
Error, todo tiene que ver con todo. Todos nuestros pensamientos, deseos y decisiones están estrechamente relacionadas con muestra vivencias y con nuestros recuerdos olvidados del pasado. No en vano ha aparecido justo en este momento un fantasma.
Seguí negándote a la realidad cuanto tengas ganas, lamentablemente, la única y más perjudicada seguís siendo vos.
Yo, alguien que aún te quiere, aunque no lo creas.
A mí también me da mucha lástima que pienses así.
Clio, el título del cuento y el personaje del fantasma los inventé yo, que escribí las primeras líneas. Elegí también como escenario el que aparece en la foto: el patio del Hospital de Venerables Sacerdotes (Sevilla), con su fuente central. Loli me dio una idea (que no tiene que ver con un fantasma) y luego siguió el cuento a partir de lo que yo había escrito.
Todo bien, niki, todo bien.
Besos.
Gracias niki por intervenir.
Clio:
La idea que yo dí fue la de un sueño que tuve hace unos meses, el año pasado ya a esta altura. A menos que los fantasmas se aparezcan en sueños a decirnos cosas.
Creo que estos medios nos limitan aún más allá de nuestras propias limitaciones. Al menos las mías que son varias.
La próxima vez que nos veamos charlaremos personalmente de las conexiones que vos ves y yo no. Quizás logremos una síntesis. Ojalá que sí como el otro día y la quintaesencia de Hamlet.
Será hasta entonces.
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