De la muerte pequeña de cada noche
Nacen puras las cosas, ¡oh madrugada!
Por tus colores claros y tu viento ágil
Que dispersa el embrujo de la Vía Láctea.
Contigo todo tiene aire de nacimiento.
Hasta el fuego y la tierra, hasta el polvo y el mar,
Son como recién hechos en prodigio vivo
De tu claridad.
Bajo tu signo no se sueña, madrugada.
Espolea el deseo de moverse y cantar
De seguir un camino con la boca encendida
Por una copla rítmica o un tarareo fugaz
E internarse de nuevo en la esperanza
Con las pupilas llenas de calidez solar.
Dar la espalda a la tarde y a la noche,
Y nunca más volver a soñar.
Juana de Ibarbourou
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