Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Jorge Luis Borges, Los Conjurados, 1985.
3 comentarios:
ahora si
es verdad, tiempos que nunca entenderemos, y que siguen sucediendo, sin-razón
muchisimas gracias loli, por dejarme el parrafo completo de Saer :)
hasta pronto :)
claudia
hola clau ;)
me perdí tu primer comentario..
así es tiempos que no se entienden, absurdos, sin sentido...
gracias por pasarte por acá,
hasta la próxima.
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