sábado, abril 26, 2008
viernes, abril 18, 2008
En el silencio se hizo paso la música
y busqué la voz que me eludía
La supe obsesiva, reiterativa en sus palabras
La vi frenética susurrar un secreto
La sentí eufórica anticiparse con gozo a lo gozoso
Agónica y desesperada, me arrancó las pupilas
En el ruido, lo ajeno me arrebató la voz.
Era el sonido de la infancia que suma y rima
La voz que bendice y condena,
La del adolescente que, inmortal, se adueña del mundo
El grito del adulto que no encuentra lo que ya tiene
Las voces múltiples y plurales de ese coro de silencios.
Abril de 2008.
y busqué la voz que me eludía
La supe obsesiva, reiterativa en sus palabras
La vi frenética susurrar un secreto
La sentí eufórica anticiparse con gozo a lo gozoso
Agónica y desesperada, me arrancó las pupilas
En el ruido, lo ajeno me arrebató la voz.
Era el sonido de la infancia que suma y rima
La voz que bendice y condena,
La del adolescente que, inmortal, se adueña del mundo
El grito del adulto que no encuentra lo que ya tiene
Las voces múltiples y plurales de ese coro de silencios.
Abril de 2008.
jueves, abril 10, 2008
Nacimiento
Toda vida es un pozo de soledad que va ahondándose con los años. Y yo, que vengo más que otros de la nada, a causa de mi orfandad, ya estaba advertido desde el principio contra esa apariencia de compañía que es una familia. Pero esa noche, mi soledad, ya grande, se volvió de golpe desmesurada, como si en ese pozo que se ahonda poco a poco, el fondo, brusco, hubiese cedido, dejándome caern en la negrura. Me acosté, desconsolado, en el suelo, y me puse a llorar. Ahora que estoy escribiendo, que el rasguido de mi pluma y los crujidos de mi silla son los únicos ruidos que suenan, nítidos, en la noche, que mi respiración inaudible y tranquila sostiene mi vida, que puedo ver mi mano, la mano ajada de un viejo, deslizándose de izquierda a derecha y dejando un reguero negro a la luz de la lámpara, me doy cuenta de que, recuerdo de un acontecimiento verdadero o imagen instantánea, sin pasado ni porvenir, forjada frescamente por un delirio apacible, esa criatura que llora en un mundo desconocido asiste, sin saberlo, a su propio nacimiento. No sé sabe nunca cuando se nace: el parto es una simple convención. Muchos mueren sin haber nacido; otros nacen apenas, otros mal, como abortados. Algunos, por nacimientos sucesivos, van pasando de vida en vida, y si la muerte no viniese a interrumpirlos, serían capaces de agotar el ramillete de mundos posibles a fuerza de nacer una y otra vez, como si poseyesen una reserva inagotable de inocencia y de abandono. Entenado y todo, yo nacía sin saberlo y como el niño que sale, ensangrentado y atónito, de esa noche oscura que es el vientre de su madre, no podía hacer otra cosa que echarme a llorar.
El entenado, Juan José Saer.
Foto: Árbol en la Patagonia.
miércoles, abril 02, 2008
Diálogo
Nuestra vida, como estos diálogos, y como todas las cosas, ha sido prefijada. También los temas a los que nos hemos acercado.
Con el correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género literario, una forma indirecta de escribir.
El deber de todas las cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad son inútiles o perjudiciales. A esta altura de mi vida siento estos diálogos como una felicidad.
Las polémicas son inútiles, estar de antemano de un lado o del otro es un error, sobre todo si se oye la conversación como una polémica, si se la ve como un juego en el cual alguien gana y alguien pierde. El diálogo tiene que ser una investigación y poco importa que la verdad salga de boca de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar, al conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o desde qué nombre, es lo de menos.
Jorge Luis Borges, Borges en diálogo.
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