Y habría en la estancia un fuerte olor de coronas fúnebres, de cera que arde y pabilos carbonizados; y él ¡pobre criatura!, daba el último adiós a su madre, por última vez la miraría dentro del ataúd, antes de que vinieran los soldadores de ataúdes, ¡ay!, los hombres que sueldan cajas de plomo con soldadores de acero. Y a su alrededor envueltas en claras ropas, se moverían las grandes mujeres de la vecindad; y viejas de negros chalones le acariciaban el rostro con sus manos que olían a trapos antiguos, a ratón o a venerables papeles amarillentos. En el patio habría hombres de pie que dicen cosas de la muerte, y en el salón hombres sentados que dicen cosas de la vida, mientras el mate corre de mano en mano y suena la bombilla, ¡ay!, sonaba la bombilla de los tiempos alegres. Y estarían sus compañeros del tercer grado mirándole con estupor y curiosos de saber cómo era un chico a quien se le ha muerto la madre; y con ellos habría venido María Esther Silvetti, su compañera de banco, y tal vez lo besaría en la frente puesto que ya eran novios y se mandaban cartitas. Pero él, ¡cuán alejado estaba de todo eso! Adán sólo miraría el rostro de su madre cubierto de un sudor frío que se enjuga con suaves pañuelos; las manos de su madre, las manos de acariciar, zurcir, peinar y hacer la corbata, las pobres y tristes manos infatigables. Y su llanto arreciaría sobre todo por esas manos, y Adán era el centro de todas las gratas voces compasivas…De pronto, volviendo a la realidad, oía desde su cama la lenta y armoniosa respiración de su madre; y comprendía entonces que su drama no era real sino imaginado. Pero sus lágrimas corrían verdaderamente, y cien voces duras lo acusaban en la tiniebla: “Monstruo!”, “!Ahí está ese chiquilín que se goza en imaginar la muerte de su madre!", “!Imagina la muerte de su madre para que todos lo compadezcan y admiren!”
Adán Buenosayres (Leopoldo Marechal)
5 comentarios:
Gracias, gracias, gracias. Me alegra mucho que estuvieras anoche allí y hoy aquí. Un abrazo muy grande, xulsolariano.
un placer Sonia.
Gracias por pasar.
¡Me morí, Sol! Gracias... y si supieras gracias a quién conocí a Xul... (no pienses mucho, recordá algunas de nuestras charlas).
Bellísimo lo que pusiste, tanto la obra de Xul, como las palabras de mi amado Adán Buenosayres.
Un beso enorme
Me encanta Xul! Hay un museo en la calle Laprida sobre su obra. sabías?
Clio: Qué bueno que te guste lo que puse y que te guste Xul. Yo lo descubri gracias al Adán. El Adán me causó una impresión muy fuerte. Creo que no he vuelto a tener una experiencia igual con un libro.
Vero: Si! Conozco el museo. Me fui un día y recuerdo que hasta tomé notas en una pequeña agenda. Estaba fascinada con Xul.
Besos a ambas!
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