lunes, diciembre 24, 2007

Belleza

¡Tarde te amé, belleza siempre antigua y siempre nueva! Tarde te amé. Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí mismo, y allá afuera te andaba buscando. Me lanzaba todo deforme entre las hermosuras que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenían lejos de ti cosas que no existirían si no existieran en tí. Pero tú me llamaste, y más tarde me gritaste, hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de este gusto. Me tocaste, y con tu tacto me encendiste en tu paz.
(San Agustín, Confesiones X, 27, 38)

4 comentarios:

luiso dijo...

Un texto muy bello.
Cuando, entre libros, me encuentro el título de San Agustín siempre pienso: "¡El libro de Pecas!"
La línea "Pero tú me llamaste, y más tarde me gritaste, hasta romper finalmente mi sordera" me parece particularmente estremecedora.

Loli dijo...

Si. También cuando habla de que el corazón no tendrá paz hasta que descanse en Dios.

Nunca volví a releer el libro quizás porque no pude recuperar la versión que leí en mi primer contacto con San Agustin.

luiso dijo...

Sí, qué historia, la del libro irrecuperable. :(

Me gusta la cita de Proverbios que dice: "Al hombre le parecen rectos todos sus caminos,
pero es Yahveh quien pesa los corazones." :)

Marxe dijo...

¡qué verguenza! casi un mes sin postear. Me voy y se me descarria. Ya le voy a dar. Hums.