June es así. Le gustan las castañas de cajú. Y me las roba de las manos cuando me ve llegar con un puñadito bien salado de esa delicia. Se enloquece por los lácteos pero si le dejo leche en un recipiente lo lame displicente y puede pudrirse el blanco brebaje que no lo tomará. También el queso la vuelve loca y me saca mordisquitos que le convido gustosa. Así ayuda a mi dieta. En casa decimos que es una gata participativa. No es que no sea independiente. Lo es y mucho. Si ve la oportunidad de escapar, lo hará sin dudar. Querrá regresar porque sabe que aquí tiene cobijo y alimento. Pero es indómita. Y cíclica. Y como decía, participativa. Es un animal muy social. Le gusta formar parte de las reuniones sobre todo cuando percibe armonía y concordia. Entonces se campea por adelante y a través de mesas y sillas y no descansa hasta que se le ofrece un poco de algo. En suma, hasta que se le hace un lugar, se le da un espacio. Si le ponemos una silla, lo agradece y es capaz de quedarse sentada allí hasta que terminamos. Tiene lugares favoritos, muchos, además de mi cama. Arriba del rooter, en cajas, en el sótano, adentro de un ropero entre la ropa, en el último estante de la biblioteca del escritorio,justo donde tengo a Blake, también arriba de la impresora que me trajo mi hermano de la oficina. Sobre todo le gusta jugar a que la llamo y no viene pero está ahí delante de mis ojos todo el tiempo, bien a la vista, como parte del mobiliario cotidiano que no advierto. Ahora juntamos nuestras toilettes. Su lugar de aseo no está más afuera, en el patio, tan cerca de su alimento. Está en el interior donde sabe que si quiere y lo desea puede darse una ducha. La vuelve loca la vieja bañadera que compró mi viejo para la casa nueva. Le gusta saltar y morderse la cola, arañar el piso y cavar pozos imaginarios como si la excitase la idea del agua, de la lluvia. Pero si abro la ducha, sale huyendo despavorida como alma que se lleva el diablo. Lo que no comprendo aún, volviendo al alimento, es su preferencia por el pollo. Le he ofrecido atún. Hoy mismo hay sobre la mesa, media sardina que sobró de ayer. Pero la ha ignorado como me ignora en este instante en que escribo y pienso, la pienso, la imagino, furtiva, salvaje, en algún rincón oscuro, conversando con el espíritu de mi madre y diciéndole: ella está bien, te recuerda.
Ser felina
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