miércoles, mayo 31, 2006
Agua fria y heladeras
Cada familia es un mundo y la mía no es una excepción. Tenemos en casa una enorme y algo desmesurada para mi gusto, heladera. Ocupa un espacio respetable dando su toque a la anatomía de la cocina. Uno diría al verla que es una heladera plena, llena de abundantes alimentos congelados, carnes, fiambres, frutas, verduras, quesos y gaseosas. La realidad es bien distinta. Normalmente la heladera está vacía. Habitan en ella arbitrariamente alimentos que cada miembro de la familia va comprando para su consumición. Uno bien puede encontrarse con paquete de pan de salvado, unas salchichas alemanas, un queso blanco en dudoso estado y un caldo perdido por ahí. Uno diría al verla que congela y que preserva los alimentos de cualquier deterioro. Pero no es así. De manera casi humana la heladera cumple con sus funciones mínimas indispensables. Se limita a enfriar tibiamente. Y el congelador es el más renuente a cumplir con su función asignada. El congelador no congela. No hay helado que resista en su interior. Llega congelado del supermercado y las pocas horas es una sopa indigerible. La costumbre más extraña que atañe a la heladera es la de almacenar botellas de agua en el congelador. Esto responde al fanatismo que despierta en mi familia el agua siempre fría. No somos de esas personas que consumen agua mineral. No. El agua así como sale de la canilla se envasa en botellas de coca vacías. Las botellas si, se congelan y una de las tragedias cotidianas de la vida suele concretarse en la falta de agua en condiciones de ser bebida porque todas las botellas que a veces son seis o siete, están siempre perfectamente congeladas. Es lo único que congela ese extraño congelador. Entonces hay que pasarla a la parte inferior y esperar pacientemente que se descongele para poder disfrutar de las delicias de un vaso de agua fría. ¿Qué es lo que me atrae tanto del agua? ¿Será que el agua borra las penas? Gran porcentaje de nuestro cuerpo está compuesto por agua. Será por eso que beberla, y siempre fría se me hace indispensable. Somos agua. Alguna vez leí que una vez muertos todos iremos a parar al mar.
jueves, mayo 25, 2006
Mi dulce compañia.
¿Existen los ángeles? Devoción querida de la niñez, tenía un angel de la guarda que tenía nombre propio y todo. Allá quedamos él y yo jugando a la mancha en la esquina lejana de mis siete años llenos de devoción y entusiasmo infantil.
Hace poco leí esto de Benedetti que me gustó.
Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato nunca confirmado de que los ángeles no hacen el amor, quizás signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales. Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que, si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos por la mera razón que carecen de erotismo, lo celebran, en cambio, con palabras, vale decir, con las orejas. Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y sentarse mediante el intercambio de miradas, que, por supuesto, son angelicales. Y si Ángel para abrir el fuego dice "Semilla", Angela para atizarlo responde "Surco". Él dice "Alud" y ella tiernamente "Abismo". las palabras se cruzan vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos, Ángel dice "Madero" y Ángela "Caverna". Aletean por ahí un ángel de la guarda misógino y silente y un ángel de la muerte viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe. Sigue silabeando su amor. Él dice "Manantial" y ella "Cuenca". Las sílabas se impregnan de rocío y aquí y allá, entre cristales de nieve, circula en el aire, sus expectativas. Ángel dice "Estoqueo" y Ángela radiante, "Herida", él dice "Tañido" y ella dice "Relato". Y en el preciso instante del orgasmo intraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos se estremecen, entremolan, estallan y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.
miércoles, mayo 17, 2006
Ofelia
GERTRUDIS.- Hay un sauce que crece y se tuerce sobre un arroyo, en el espejo de cuyas ondas muestra sus hojas grises; hasta ahí llegó ella, adornada con fantásticas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, margaritas y esas largas púrpuras a las que los pícaros pastores dan un nombre más grosero, pero nuestras castas doncellas les dicen dedos de muerto. Ahí, al trepar ella sobre las ramas salientes para colgar sus coronas de hierbas, una ramita frágil se rompió; entonces sus trofeos silvestres y ella misma cayeron al arroyo lacrimoso. Sus ropas se extendieron en torno a ella, y, como a una sirena, la llevaron flotando; entretanto ella iba cantando fragmentos de canciones antiguas, como si fuera incapaz de hacerse daño, o como una criatura nacida y crecida en aquel elemento: pero no pasó mucho antes que sus vestidos, pesados de tan embebidos en agua, arrastraran a la pobre infeliz desde su melodioso yacer a la barrosa muerte.
¿Cuál es la verdadera tragedia de Ofelia? Con un amigo solemos discutir acerca de ello. Para mi, Ofelia es una víctima de las circunstancias. Desolada por ver a Hamlet en un estado de melancolía y enajenación total aunque en algún punto controlada con astucia , espíritu frágil, enloquece y encuentra la muerte. Mi amigo, menos compasivo, ve en ella a una mujer histérica, que enferma de celos intenta manipular a Hamlet con sus quiebres emocionales. Finalmente el juego se vuelve en contra suya y muere. Heroina romántica o histérica consumada lo cierto es que su personaje ha dado tela para cortar a artistas de todos los tiempos. Así que aquí, dos cuadros más de Ofelia por John Waterhouse.
domingo, mayo 14, 2006
John Waterhouse y Shakespeare
One of my sex; no woman's face remember,
Save, from my glass, mine own; nor have I seen
More that I may call men than you, good friend,
And my dear father: how features are abroad,
I am skilless of; but, by my modesty,
The jewel in my dower, I would not wish
Any companion in the world but you,
Nor can imagination form a shape,
Act III scene I. (La tempestad)
sábado, mayo 13, 2006
martes, mayo 09, 2006
Soneto 113
Soneto 113
domingo, mayo 07, 2006
Lady Macbeth
Hasta el cuervo enronquece, anunciando con sus graznidos la entrada fatal de Duncan bajo mis almenas!... ¡Corred a mí, espíritus propulsores de pensamientos asesinos!... ¡Cambiadme de sexo, y desde los pies a la cabeza llenadme, haced que me desborde de la más implacable crueldad! ... ¡Espesad mi sangre; cerrad en mí todo acceso, todo paso a la piedad, para que ningún escrúpulo compatible con la naturaleza turbe mi propósito siniestro, interponiéndose entre el deseo y el golpe! ¡Venid a mis senos maternales y convertid mi leche en hiel, vosotros, genios del crimen, de allí de donde presidáis bajo invisibles formas la hora de hacer mal! ¡Baja, horrenda noche, y envuelve tu palio en la espesa humareda del infierno! ¡Que mi agudo puñal oculte la herida que va a abrir y que el cielo, espiándome a través de la cobertura de las tinieblas, no pueda gritarme: «¡Basta, basta!...»
(Act I, scene V)
*traducción de Astrana Marín.