miércoles, mayo 17, 2006

Ofelia


GERTRUDIS.- Hay un sauce que crece y se tuerce sobre un arroyo, en el espejo de cuyas ondas muestra sus hojas grises; hasta ahí llegó ella, adornada con fantásticas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, margaritas y esas largas púrpuras a las que los pícaros pastores dan un nombre más grosero, pero nuestras castas doncellas les dicen dedos de muerto. Ahí, al trepar ella sobre las ramas salientes para colgar sus coronas de hierbas, una ramita frágil se rompió; entonces sus trofeos silvestres y ella misma cayeron al arroyo lacrimoso. Sus ropas se extendieron en torno a ella, y, como a una sirena, la llevaron flotando; entretanto ella iba cantando fragmentos de canciones antiguas, como si fuera incapaz de hacerse daño, o como una criatura nacida y crecida en aquel elemento: pero no pasó mucho antes que sus vestidos, pesados de tan embebidos en agua, arrastraran a la pobre infeliz desde su melodioso yacer a la barrosa muerte.
(Hamlet, acto IV, escena 7.)
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¿Cuál es la verdadera tragedia de Ofelia? Con un amigo solemos discutir acerca de ello. Para mi, Ofelia es una víctima de las circunstancias. Desolada por ver a Hamlet en un estado de melancolía y enajenación total aunque en algún punto controlada con astucia , espíritu frágil, enloquece y encuentra la muerte. Mi amigo, menos compasivo, ve en ella a una mujer histérica, que enferma de celos intenta manipular a Hamlet con sus quiebres emocionales. Finalmente el juego se vuelve en contra suya y muere. Heroina romántica o histérica consumada lo cierto es que su personaje ha dado tela para cortar a artistas de todos los tiempos. Así que aquí, dos cuadros más de Ofelia por John Waterhouse.

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